Valencia. 25/06/2005.- Todo hacía presagiar una gran actuación del «Iberdrola» en su estreno en el Acto 5 de la Copa Louis Vuitton. Poco viento, mar en calma y más de mil aficionados en las boyas. Ni a Felipe II se lo ponían así, pero al Desafío Español se le olvidó ayer navegar en crucero. Doce barcos, más o menos iguales, diecisiete regatistas en cada barco de semejante calidad, un campo de regatas conocidísimo por los españoles…
Sorprendieron las nefastas salidas que hizo el «Iberdrola», por el centro, amurado a estribor, tapado por los demás, iniciando un bordo absurdo por donde no había viento, lento en la virada de rectificación y peleándose con los chinos y los surafricanos. Ni siquiera intentó hacer el «bordo Gorostegui» cuando vio que aquello iba a ser un desastre. El «Iberdrola» tenía todas las papeletas y no le tocó el gordo. Jesper Radich, el caña danés que ocupa el puesto 93 en el ranking mundial de «macht race», llevó al barco español a la ruina. No consiguió ganar el barlovento en la presalida, se dejó encerrar en el centro de la flota, salió tarde y llevó el barco marcando una S con la estela. En fin, un fiasco sin precedentes en la vela de crucero española.
Por la mañana se bajaron del Desafío Laureano Wizner y Luis Doreste para comprobar desde el barco de apoyo el comportamiento de las velas. Dos de los mejores regatistas del mundo se quedaron en tierra para hacer una labor que tendría que estar enconmendada a otros. Santi López-Vázquez, el mejor caña del mundo de crucero, se apoltronó en la popa del «Iberdrola» a la espera las instrucciones del danés. Total, un desastre jamás visto.
Puede que sea la hora de reflexionar y hacer un cambio radical para revolucionar a la tripulación. El barco español necesita quitarse el complejo de inferioridad que le aqueja para que aparezca el potencial que tiene el equipo. Eso o volver a la escuela de Calanova.