Periodistas amenazados dentro de estos momentos de locura informativa. Hace más de 30 años se instauró en España la libertad de prensa y de expresión y salieron de debajo de las piedras unos periodistas que habían tenido la boca cerrada durante mucho tiempo para fundar nuevos medios de comunicación en los que la pluralidad fuera la bandera enarbolada por todos. Unos y otros, bajo un riguroso respeto, vaciaban sus cuitas pasadas y llenaban con ríos de tinta las páginas de los periódicos. Las ondas de la radio eran libres y viajaban por todo el territorio español bajo el amparo de nuevas emisoras. La televisión tomaba un nuevo formato de emisión con periodistas de todas las ideas políticas, que en España se acomodaron bajo el brazo de la democracia.
Fueron unos primeros años de democracia llenos de libertades, de nacimiento de medios y de limpieza de terratenientes agazapados en las poltronas de algunas empresas y, sobre todo, de las federaciones deportivas. Una transición muy bien hecha y que en lo deportivo hay que agradecer la mayor parte a Juan Antonio Samaranch, ex Delegado Nacional de Deportes con el Régimen. Él puso cordura en el deporte español porque desde los estamentos políticos le dejaron trabajar. En España existían cuatro periódicos deportivos, dos nacionales y dos más regionales. El diario MARCA, nacido en San Sebastián en diciembre de 1938 y fundado por Manuel Fernández Cuesta y Pedro Sardina Díaz; el diario AS, que aunque oficialmente nació en 1967 de la mano de la familia Montiel, desde 1932 hasta 1936 se denominó Semanario Gráfico AS, el Mundo Deportivo, que nació en 1906 como semanario y que en 1929 pasó a ser diario y, por último el diario Dicen, que nació durante la década de los 50.
Periódicos deportivos que fueron escuela de periodistas muy importantes y que contribuyeron a que la transición fuera una balsa de aceite. Más tarde llegó el diario Sport, también a modo regional y se instauraron las secciones deportivas en los diarios generalistas después de que los diarios Pueblo, Arriba, Hoja del Lunes, Nuevo Diario, El Alcázar, 7 Fechas y Madrid fueran pioneros en hacerlo. Una prensa libre, en la que no mandaba ninguna federación, ningún empresario, ningún deportista y ningún político. Daba gusto leer el MARCA, un periódico plural donde cabían todos los deportes desde que lo cogiera Nemesio Fernández Cuesta y Carmelo Martínez. Eran periódicos objetivos, con ramalazos blancos o azulgranas, pero bastante objetivos, donde en sus portadas no tenía porqué ir abriendo el fútbol. Igual lo hacía el baloncesto, que el boxeo.
Con la entrada del siglo XXI, el periodismo deportivo cambió radicalmente. Los diarios fueron comprados por grandes grupos de comunicación y comenzó el sectarismo. Joan Laporta comenzó a mangonear en los periódicos catalanes y Florentino Pérez en los madrileños llegando al punto de poner o quitar redactores de sus redacciones sin que nadie dijera absolutamente nada. Lo mismo ocurrió en la primera legislatura de Zapatero, en la que los medios generalistas se vendían a los dos grandes partidos y les consentían tener periodistas afines en las redacciones. Comenzó un baile inefable de directores, que eran colocados por la política en colaboración de los consejeros delegados de cada grupo de comunicación. Ahí se acabó la libertad de los periodistas.
Esa sinergia produjo que empresarios del IBEX 35 y del deporte se pasearan por la redacciones con dossieres debajo del brazo pidiendo y cortando cabezas, ante la impotencia de directores y redactores. Eso ha producido que en la actualidad no se pueda juzgar, ni atajar las noticias de la manera que el que la escribe las entiende. La manipulación desde fuera de las redacciones está al orden del día y los medios se venden al mejor postor. Manda la publicidad, la política y los estamentos deportivos, y hasta algún que otro presidente de club bananero se «arranca» por chicuelinas. Ahora ya, las informaciones de calle, como se llamaban antes, han desaparecido y abundan las informaciones telefónicas y el «copy paste» de las notas de prensa, que en realidad es lo que se quiere comunicar y lo que da de comer a los periódicos: la publicidad encubierta.
Muchos jefes de prensa de equipos o eventos se han tomado la justicia por su mano y logrando hacer unos convenios con los medios, no solo compran el espacio, sino que también lo hacen con el contenido. Esto pasa, sobre todo, en los deportes más pequeños o de peor visibilidad social, que tienen que pagar para salir en los medios. Esta es la realidad que se vive en estos momentos en el periodismo deportivo español y, en algunos casos también en los medios generalistas. Es decir, mandan la política y la publicidad y según les convenga a éstos, ponen o quitan periodistas afines a sus causas, que no es otra que salir (pagando) y que se hable bien (bajo amenaza al periodista).