Después de ganar las ediciones de la Copa América de 1995 y 2000, Russell Coutts firmó un cheque en blanco con el magnate suizo Ernesto Bertarelli en un hotel de Nueva York, para que se hiciese cargo del Desafío suizo a la Copa América de 2003.
Ese desafío iba a ser ante el ganador de 2000, Nueva Zelanda que humillo a Italia por 5-0 con el propio Coutts a la caña. No sentó nada bien la deserción en nuestras antípodas, pero Russell tuvo su precio en un millón de dólares de aquella época. En una visita a Madrid tuve la ocasión de hablar con él, aunque no estuvo muy dispuesto a decir cosas, pude arrancarle algunas pinceladas. Distó mucho de aquel Coutts que conocí en los Juegos de los Angeles 1984 cuando se colgó el oro en la clase Finn. Era un Coutts mucho más humilde y vergonzoso, pero las personas cambian a base de golpes de talonario.
«Si ganamos, parte del triunfo será español»
El vencedor de las dos últimas ediciones con Nueva Zelanda está convencido de que lograrará la tercera consecutiva con Suiza, en su país y ante el público que le adoraba y ahora le odia
– ¿Por qué abandonó el «Black Magic» después de ganar la Copa América dos veces seguidas?
– Soy consciente de la fuerte reacción vivida en Nueva Zelanda con motivo de nuestra partida. En aquel momento, Brad Butterworth y yo llevábamos inmersos dos años en difíciles discusiones con las personas que habían pasado a controlar el sindicato neozelandés. Previamente habíamos llegado al acuerdo de que cuando Peter Blake dejara el equipo, Tom Schnackenberg y yo pasaríamos a hacernos cargo del mismo. Per era sólo una fase de las negociaciones, que se rompieron al hacerse imposible el acuerdo. Ahora ya no quiero hablar más de todo aquello, así que vamos al tema deportivo.
– ¿Es duro luchar contra su propio país?
– Hasta hace dos semanas me afectaba pensar en esa posibilidad, pero al ganar la Louis Vuitton ya no tenía más remedio que hacerlo, así que he desconectado y pienso que soy un profesional y que me debo a Suiza.
– ¿Su pronóstico?
– El «Alinghi» es perfecto en todas sus facetas. Estoy muy contento con el diseño, el casco, los apéndices, las velas y la tripulación. Si pensara que no iba a ganar, ahora mismo me bajaba del barco. Estoy tranquilo, porque las treinta regatas de la Louis Vuitton nos han servido como un gran entrenamiento. Ganaremos seguro.
– ¿Y el rival?
– Hasta hace dos semanas los «Black Magic» estaban muy seguros de su victoria. Es algo que he vivido dos veces con ellos, pero últimamente están reconociendo nuestra calidad y eso es síntoma de inseguridad. Les tengo mucho respeto.
– ¿Si ganan ustedes, España sería un buen lugar para que Suiza defendiera la Copa dentro de cuatro años?
– No quiero hablar de esa posibilidad hasta que termine la regata y sepamos el resultado. Primero hay que ganar y, si lo conseguimos, parte del éxito será español. Mi cariño por España es muy grande. Nos han ayudado mucho, dejándonos piezas, que ahora nos damos cuenta que han sido fundamentales. Han colaborado en el diseño, las velas, que se han hecho en España, y en la táctica para ganar la pasada Louis Vuitton. Estoy muy agradecido a su país.
– Volvamos al pasado, ¿que exigencias inaceptables le propusieron los directivos neozelandeses»?
– Querían que aceptase la responsabilidad de las posibles deudas del sindicato, pese a que me negaron en todo momento la posibilidad de acceder a la cuantía de dichas deudas. Además, pretendían que aceptara severas restricciones en futuros acuerdos comerciales, incluyendo la prohibición de firmar patrocinadores en los siguientes doce meses.